Hay decisiones que no se toman con la cabeza, sino con el corazón. Rosa Parreño lo hizo cuando dejó a un lado una entrada para ver a Raphael y asistió, en su lugar, a la gala de Lo que tú haces cuenta de Fundación AMÁS, donde recibió un premio honorífico por su trayectoria como voluntaria. No fue un sacrificio, sino una elección natural. Quería estar con quienes le han enseñado a vivir desde otro lugar.
Su historia comenzó hace más de tres décadas, en un verano que parecía uno más. En 1994, su amiga Mar Marín, actual directora de infancia de la Fundación AMÁS y antigua trabajadora social en AFANDEM, le pidió ayuda para acompañar a personas con discapacidad intelectual en unas vacaciones de verano en La Manga del Mar Menor.
Rosa, que trabajaba en el mundo de la informática, acepto sin saber que aquel gesto marcaría el inicio de una transformación personal. Lo que empezó como una colaboración puntal se convirtió en una revelación. “Yo venía de otro mundo, nada que ver. Pero descubrí que el mundo de las personas me encanta”, recuerda.
Lo que encontró como voluntaria fue más que una experiencia. Fue una forma de entender la vida desde la cercanía, la alegría compartida y el respeto mutuo. “Me sorprendió el buen rollo que había y me atrapó desde el primer momento”, confiesa. Aquella vivencia quedó grabada en su memoria, como una semilla que años después volvería a florecer.
Volver con más conciencia
En 2014, tras quedarse sin empleo, Rosa volvió a conectar con aquel recuerdo. No era solo nostalgia, era una necesidad de reencontrarse con lo que la había marcado. Junto a Susana Resani y Yolanda Marcos, ambas profesionales de la Fundación AMÁS, realizó un voluntariado en el centro ocupacional de los Pinos, en Leganés.
Un año después, se incorporó al grupo de mujeres de la Fundación AMÁS, que en ese momento lo coordinaba Noelia Iturbide, psicóloga de la Fundación AMÁS. Este grupo es un espacio impulsado por Fundación AMÁS que trabaja por la igualdad y el empoderamiento de mujeres con discapacidad intelectual.
Aquí las mujeres pueden hablar con libertad sobre la violencia de género que muchas de ellas han sufrido y buscas estrategias para afrontarla. “Varios años después Noelia dejó el grupo y vino Sandra Lucas y Cristina Fernández, que siguieron en la línea de Noelia. Propusieron hacer muchas actividades sociales que visibilizaban la realidad de estas mujeres”, recuerda Rosa.
Desde entonces, Rosa ha sido parte activa de este proyecto, no solo como acompañante, sino como aprendiz. Ha participado en talleres, encuentros y procesos de reflexión que le han permitido ampliar su mirada. En el año 2024 entró como coordinadora del grupo Belén Benavides. “Desde que está ella, hemos creado un logo para el grupo y nos hemos puesto nombre. Ahora nos llamamos MAM (Mujeres que Apoyan a Mujeres)”, cuenta.
En estos años como voluntaria, ha descubierto un nuevo mundo que antes desconocía. “He aprendido mucho sobre sexualidad e igualdad que nunca había explorado”, explica. Y añade con firmeza que “cuando se habla de mujeres, nunca se piensa en las mujeres con discapacidad. Pero ellas también tienen voz, historia y derechos”.
El voluntariado como forma de vida
Más allá de las actividades en este grupo de mujeres, Rosa ha encontrado en el voluntariado una forma de estar en el mundo. Su implicación no responde a una obligación, sino a una convicción profunda por mejorar el mundo.
El vínculo con el grupo MAM ha sido especialmente significativo. Para ella no se trata solo de acompañar, sino de compartir y de construir juntas un camino más justo e igualitario para todas las mujeres con discapacidad intelectual. “Yo gano más de lo que puedo aportar. Es algo recíproco. Me han enamorado. He hecho un ‘match’ con ellas”, expresa emocionada.
“Yo gano más de lo que puedo aportar. He hecho un ‘match’ con ellas”
Rosa Parreño, voluntaria en Fundación Amás
Una invitación a mirar más allá
Rosa cree firmemente en el poder que tiene el voluntariado para cambiar miradas y abrir los ojos a otras realidades. “Si tienes la oportunidad, tienes que hacer un voluntariado. La Fundación AMÁS tiene muchas opciones. Es una forma de ver otra realidad que no es la nuestra”, señala.
En este sentido, también destaca el papel de los profesionales que acompañan los proyectos y la estructura que permite que cada persona pueda alcanzar sus propios objetivos de vida. Para ella, “la Fundación AMÁS proporciona la posibilidad de que los profesionales ayuden a alcanzar los objetivos de vida de las personas. Eso es fundamental”.
Aunque reconoce que aún queda mucho camino por recorrer, celebra los avances logrados. “La sociedad tiene una mirada más empática hacia las personas con discapacidad. En este sentido, la Fundación AMÁS está haciendo una gran labor”, reconoce.
Una tarde que lo resume todo
La gala ‘Lo que tú haces cuenta’ fue mucho más que un evento. Fue el reconocimiento a una trayectoria construida desde la entrega, la escucha y el compromiso. Rosa recibió un premio honorífico que simboliza no solo su dedicación, sino el impacto que ha tenido en quienes la rodean. Y sí, esa noche tenía unas entradas para ver a Raphael. Pero eligió otro tipo de escenario. Uno sin focos ni ovaciones, pero lleno de miradas cómplices, abrazos sinceros y una comunidad entregada a su trabajo.
En lugar de escuchar canciones, Rosa escuchó las palabras que reconocían su entrega. Y en vez de corear letras, compartió emociones con quienes han sido parte de su camino. “Fue muy emocionante. Estar allí, rodeada de personas que creen en lo que hacemos, fue mucho más especial que cualquier espectáculo”, asegura.
Desde Fundación AMÁS queremos agradecer profundamente a Rosa por su generosidad, su constancia y su mirada transformadora. Su historia como voluntaria es un ejemplo de cómo el acompañamiento, la empatía y el compromiso pueden cambiar vidas, incluida la suya.