España envejece. Y lo hace a un ritmo acelerado. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, en 2019 hasta el 19% de la población superaba los 65 años y más de seis millones de personas tenían más de 80. Las previsiones apuntan a que en 2040 la tasa de dependencia alcanzará casi el 50%, lo que supone un desafío social y sanitario de gran magnitud.
Pero dentro de este fenómeno demográfico hay una realidad menos visible: el envejecimiento prematuro de las personas con discapacidad intelectual o del desarrollo. En la Comunidad de Madrid, hasta el 42% de las personas con discapacidad son mayores de 65 años. Sin embargo, en el caso de las personas con discapacidad intelectual, el proceso de envejecimiento comienza mucho antes. A partir de los 45 años ya pueden presentar signos de deterioro cognitivo, físico y emocional similares a los de una persona de 65 o 70 años en la población general.
Esta situación, reflejada en el estudio de Plena Inclusión Madrid sobre envejecimiento en personas con discapacidad intelectual, revela que el 86% de los profesionales detectan declive cognitivo en sus las personas a las que apoyan y la mitad identifican deterioro grave.
Además, el envejecimiento no afecta solo a la persona con discapacidad, sino también a su entorno más cercano. Siete de cada diez cuidadores son mujeres con una media de edad de 65 años. Se trata, por tanto, de un doble envejecimiento. Por un lado, el de las personas con discapacidad y por otro del de quien le cuida.
Más allá de los datos
Ante esta realidad, entidades como Fundación AMÁS han puesto en marcha iniciativas pioneras para abordar el envejecimiento desde una perspectiva integral y centrada en la persona. El proyecto MayorES, desarrollado en sus centros, es un ejemplo de cómo se puede transformar la atención para mejorar la calidad de vida de las personas mayores con discapacidad intelectual.
Silvia Sánchez, delegada del área de Envejecimiento en el Centro Ocupacional Marcelino Camacho, asegura que más de la mitad de la población está en proceso de envejecimiento. “De nuestra población, un 60% están en proceso de envejecimiento o en posible deterioro cognitivo. De ahí la importancia de seguir trabajando dentro del proyecto de mayores”.
Las actividades que se desarrollan allí van desde dinámicas de memoria y motricidad hasta ejercicios de reminiscencia que ayudan a recordar momentos positivos de la vida. “Con ello intentamos que tengan una mayor calidad de vida y una mayor autonomía”, añade.
“De nuestra población, un 60% están en proceso de envejecimiento o en posible deterioro cognitivo. De ahí la importancia de seguir trabajando dentro del proyecto de mayores”
Silvia Sánchez, delegada del área de envejecimiento en Centro Ocupacional Marcelino Camacho de la Fundación AMÁS
El proyecto MayorES, que cuenta con un equipo multidisciplinar formado por distintos perfiles, se articula en tres fases. En primer lugar, se analizan los casos según tres criterios: síndrome específico, edad y antecedentes familiares. Después, se realizan evaluaciones cognitivas a cada persona para diseñar una atención personalizada.
Por último, se interviene con planes de acción individualizados que buscan prevenir, mantener y mejorar las funciones cognitivas, físicas y sociales de las personas con discapacidad intelectual. Todo ello sin perder de vista los deseos futuros de la persona, especialmente en la última etapa de la vida.
Alonso Donoso, el responsable del proyecto y psicólogo de la Fundación AMÁS, destaca que “nuestro modelo está centrado en la persona mayor y en su familia”. Y es que el papel de las familias es fundamental. Muchas de ellas son también mayores, lo que supone un reto añadido y un doble envejecimiento, el de la persona con discapacidad y el de sus familiares, que, en muchos, son los cuidadores principales. Por eso, a través de este proyecto, Fundación AMÁS ofrece prevención, formación, sensibilización y apoyo en el domicilio para adaptar los espacios y facilitar el cuidado de las personas mayores.
Fundación AMÁS, comprometidos con la vida en cada etapa
José Manuel Vega es uno de los beneficiarios de este programa de la Fundación AMÁS. A sus 49 años, participa activamente en las actividades del centro. “Aquí hago matemáticas, lengua y dinámicas de grupo. También jugamos a juegos de memoria y de utilizar la mente. Me siento bien, a gusto” cuenta. Su madre, Manuela Peñalva, confirma con entusiasmo las palabras de su hijo. “Estoy muy contenta porque le tratan muy bien, le gusta venir y hace muchas actividades”.
“Aquí hago matemáticas, lengua y dinámicas de grupo. También jugamos a juegos de memoria y de utilizar la mente”
José Manuel Vega, beneficiario del programa de la Fundación AMÁS
José Manuel lleva diez años en el centro. Su evolución en todo este tiempo ha sido notable. “Es más activo, habla más, se expresa bien y es muy participativo. También es un cotilla y habla con todo el mundo. Todos le quieren mucho”, dice su madre entre risas. El caso de José Manuel refleja cómo una atención adecuada puede marcar la diferencia en el proceso de envejecimiento.
Otro ejemplo es el de Encarnación Sacristán, madre de José Manuel, un hombre con discapacidad intelectual al que se le diagnosticó Alzheimer precoz a los 49 años. Desde entonces, su vida y la de su familia cambiaron por completo. “Ha necesitado ayuda en todo desde que le diagnosticaron Alzheimer”, explicaba a los micrófonos de Radio Nacional de España. Encarnación se convirtió en su principal cuidadora, enfrentando cada día los retos que supone el deterioro cognitivo progresivo.
Porque envejecer no debería significar perder oportunidades, sino adaptarlas. Las personas con discapacidad intelectual o del desarrollo tienen derecho a vivir esta etapa con plenitud, rodeadas de apoyos que respeten su historia, sus ritmos y sus deseos. Fundación AMÁS lo entiende así y con proyectos como MayorES demuestra que el envejecimiento puede ser también una etapa de descubrimiento, participación y bienestar.